Desde siempre, Oscar y yo hemos disfrutado de nuestros juegos privados, explorando nuestras fantasías y buscando nuevas formas de mantener viva la pasión. A menudo él insinuaba su deseo de verme con otro hombre, pero yo siempre lo rechacé, y él respetó mis límites. Sin embargo, después de algunas de nuestras últimas aventuras, comencé a replantearme mi posición. Una noche, durante una conversación íntima, decidí confiarle que estaba dispuesta a experimentar algo nuevo, pero con una condición: él tendría que organizar todo y asegurarse de que me sintiera cómoda y segura.

Oscar, siendo el hombre creativo y detallista que es, me aseguró que todo estaría bajo control y me pidió que simplemente me dejara llevar. Su capacidad para sorprenderme es una de las cosas que más me atrae de él.

Esa noche, me pidió que me vistiera de forma sugestiva. Elegí una falda corta y una blusa con un amplio escote, un atuendo que mezclaba lo casual y lo provocativo. No tenía idea de lo que había planeado, pero confiaba en él.

Durante el trayecto en auto, me pidió que bajara en una calle tranquila y esperara por él. Aunque un poco desconcertada, seguí sus instrucciones. Minutos después, una patrulla se acercó. Los policías, muy formales, me pidieron identificación. Al no tener documentos conmigo, intenté explicarles que estaba esperando a mi esposo, pero no me creyeron. Me llevaron a la comisaría para “verificar antecedentes”.

En cuanto pude hacer una llamada, contacté a Oscar, quien respondió con una tranquilidad desconcertante:
—¿Ya estás ahí? ¡Qué rápidos son! No te preocupes, voy para allá.

En ese momento supe que todo esto formaba parte de su plan. No podía decidir si odiarlo o admirarlo por lo bien que había orquestado la situación.

Cuando llegó a la comisaría, se presentó como mi abogado y pidió mi liberación inmediata. Sin embargo, debido a formalidades, tendría que permanecer allí hasta la mañana. Ante esta noticia, Oscar solicitó que me permitieran tomar una ducha.

El pequeño destacamento contaba con un único baño, y me lo ofrecieron amablemente. Entré y dejé la puerta entreabierta, consciente de las miradas curiosas que intentaban observarme. Había algo en esa mezcla de vulnerabilidad y expectativa que me hacía sentir más viva que nunca.

De repente sentí que debía dar un paso más si estaba decidida y comencé a acariciar mi cuerpo bajo la ducha, mis pezones se habían puesto tan duros que hasta me dolían, ya no había marcha atrás y mi mano empezó a jugar con mi clítoris, ya sin tapujos decidí mirar hacia la puerta y descubrí que ya no había dudas a todo lo que había preparado mi marido, allí estaban los policías y mi marido masturbándose mientras me miraban.

Decidí poner mi culo hacia ellos y comencé a meter un dedeo dentro de el y otro en ni cuca mirando como los tres disfrutaban de las vistas y empezaban a correrse uno tras otro sobre el suelo del baño.

Cuando salí, envuelta en una pequeña toalla, me encontré con Oscar y a los agentes comentando la jugada. Oscar, siempre atento a mis reacciones, me besó con pasión, y en ese momento supe que estaba dispuesta a dejarme llevar por completo.

Salí de la comisaría agotada, excitada y con ganas de seguir experimentando y con una sensación de plenitud que no había experimentado antes. Oscar me llevó a casa, cuidándome con ternura. Sabía que esa noche sería un recuerdo que ambos atesoraríamos para siempre y que era el comienzo de una nueva vida sexual.

Autor