La noche había caído, y con ella, la tranquila soledad de mi apartamento se volvía aún más palpable. Me llamo Laura, tengo 32 años y vivo sola en una ciudad que, a pesar de ser grande, a veces se siente demasiado pequeña. Soy morena, de cabello corto que enmarca mi rostro con un aire de rebeldía. Mi cuerpo atlético es el resultado de años de dedicación al deporte, con músculos tonificados y pechos firmes que contrastan con la suavidad de mi piel.
Había terminado de cenar y, como de costumbre, me instalé en el sofá con mi portátil. Navegar por internet era una de mis formas de desconectar del día a día. Esa noche, sin embargo, sentía una inquietud diferente, un deseo latente que no podía ignorar. Me encontré explorando sitios que no solía visitar y, de repente, di con una web de relatos eróticos. El diseño era sencillo, casi minimalista, pero el contenido prometía satisfacer mi curiosidad.
Comencé a leer. Al principio, mis ojos se deslizaban por las palabras con una mezcla de timidez y expectación. La primera historia que elegí describía un encuentro apasionado en un lujoso hotel. Cada palabra me envolvía, haciéndome sentir como si yo misma estuviera allí, sintiendo cada caricia, cada susurro. Sentí cómo mi respiración se aceleraba, y mi piel comenzaba a erizarse.
No pude evitarlo, necesitaba más. Pasé a otro relato, esta vez sobre una pareja que se encontraba después de años de separación. La intensidad de su deseo era palpable, y no pude evitar imaginarme en el lugar de la protagonista. Mis manos, casi por instinto, comenzaron a recorrer mi propio cuerpo, acariciando mis pechos duros y grandes, sintiendo el placer que cada toque me proporcionaba.
Mi mano derecha descendió lentamente, dibujando un camino de fuego sobre mi abdomen hasta llegar a mi entrepierna. La humedad que sentí me confirmó lo que ya sabía: estaba completamente excitada. Cerré los ojos, dejándome llevar por las fantasías que las historias habían despertado en mí. Mis dedos empezaron a moverse rítmicamente, siguiendo el compás de mis suspiros cada vez más profundos.
El placer crecía, se acumulaba en mi interior como una ola gigante preparada para romper. Imaginé a un amante desconocido, fuerte y atento, que sabía exactamente cómo tocarme, cómo llevarme al borde del éxtasis. Mis gemidos llenaron la habitación, y mi cuerpo se arqueó mientras alcanzaba el clímax, un estallido de placer que me dejó temblando y jadeando.
Permanecí allí, recostada en el sofá, con la respiración entrecortada y una sonrisa de satisfacción en los labios. Aquella web había sido un descubrimiento inesperado, un escape a mis deseos más profundos. Mientras cerraba el portátil, me prometí a mí misma que volvería a explorar ese mundo de fantasías, porque esa noche había descubierto una nueva faceta de mí misma que no quería dejar de lado.