Después de nuestro clímax compartido, nos quedamos envueltos en un abrazo íntimo, saboreando la dulce satisfacción que se extendía entre nosotros como un cálido manto. Sin embargo, en medio de nuestro éxtasis, un destello de conciencia me golpeó como un rayo.
“Carlos…” musité con voz temblorosa, mis ojos buscando los suyos en la oscuridad del interior del coche. “Creo que alguien nos ha estado observando.”
La expresión de Carlos pasó de la satisfacción al desconcierto en un instante, y ambos giramos la cabeza hacia la ventana trasera. Allí apenas visible en la penumbra, distinguimos la silueta de una persona.
Mi corazón se aceleró con una mezcla de miedo y excitación ante la idea de haber sido sorprendidos en un acto tan íntimo y privado. Sin embargo, la mirada traviesa de Carlos reflejaba una chispa de deseo que avivaba las llamas de mi propia excitación.
“¿Qué… qué hacemos?” susurré, sintiendo cómo el calor de la vergüenza se mezclaba con el fuego del deseo en mi interior.
Carlos me miró con una sonrisa pícara, su mano acariciando suavemente mi mejilla en un gesto tranquilizador. “Creo que deberíamos aprovechar la situación”, murmuró en un tono ronco que me hizo estremecer de anticipación.
Las palabras de Carlos encendieron una llama ardiente dentro de mí, borrando cualquier rastro de duda o timidez. Nos miramos con complicidad, compartiendo un entendimiento silencioso que nos impulsaba a seguir adelante con nuestro juego travieso.
Carlos me dijo que me volviese a poner recostada sobre la puerta y que abriese bien las piernas para que nuestro mirón pudiese ver como tenía el coñito lleno de su semen que comenzaba a salirse. La excitación zumbaba en el aire a nuestro alrededor mientras nos entregábamos a la intensidad del momento.
Carlos comenzó a acariciarme lo que hizo que su polla volviese a crecer y llegar a tomar una medida que no había tenido nunca ocasión de disfrutar. Mientras miraba a nuestro amigo y mientras que una mano manoseaba mis pechos, con la otra sobaba su polla ya dura como una piedra. La idea de ser observados nos envolvía en un aura de erotismo y peligro, aumentando la intensidad de nuestra conexión compartida.
Pude ver como nuestro mirón acercó hasta pegarse con la ventanilla, pensaba que me quería ver bien, pero le pillé mirando la polla de Carlos lo que hizo que el corazón me diese un vuelco, me calentó muchísimo ver que alguien buscaba la polla de mi chico.
Se lo comenté a Carlos a lo que se rio y me dijo que era para verme mejor a mi que no creía que fuese por su polla. Empezó a abrirme el coñito y le pedí que me lo comiese y sin dudarlo, todavía con restos de su semen empezó una comida de mi coñito que iba a conseguir que me corriese en cuestión de segundos. En un momento de lucidez vi como nuestro voyeur había sacado su polla y se estaba masturbando y se lo comenté a Carlos.
- Carlos el mirón se está masturbando, míralo.
- Hostias, que pedazo de tranca, acércate y mírala.
- Me da cosa… no quiero que se piense nada.
- Acércate es gordísima.
Me acerqué a la ventanilla y efectivamente era una polla el doble que la de Carlos, nunca había visto nada así, asombrada, asustada pero excitada por el tamaño de semejante herramienta noté como Carlos se situaba para que le cabalgara de espaldas mientras yo podía mirara a los ojos a nuestro voyeur.
Cuando Carlos me había penetrado me susurró al oído:
- Cariño ¿te gustaría tocarla?
- Ufff es una locura pero estoy tan caliente que creo que me atrevería
Inmediatamente Carlos comenzó a bajar la ventanilla quedando a la altura de mi mano una polla que si soy sincera me moría por tocar en ese momento, éramos libres de explorar los límites de nuestro deseo, sin miedo ni restricciones, entregándonos plenamente al placer del momento presente y me lancé a masturbar al desconocido.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando toqué una polla que era dura como el mármol, venosa y extremadamente recta y más cuando empecé a masturbarlo y oír su gemido hizo que una sonrisa de zorrita encendiera mi cara. Carlos no podía verla pero seguro que se la imaginaba.
No pude resistirlo y le dije a Carlos:
- Cógela, está durísima, me encanta.
- ¿Estás segura?
- Si por favor, le susurré mientras miraba a los ojos a nuestro nuevo amigo.
Carlos la cogió y sorprendentemente empezó una masturbación enérgica subiendo y bajando sobre esa polla que me moría por llevarme a mi boca, pero la situación me excitó tanto que me termine corriendo mientras cabalgaba a Carlos y veía como masturbaba a otro hombre a escasos centímetros de mi cara.
En breve os contaré el final de una situación que ni planeada podría haber salido mejor y que nos abrió un mundo de nuevas sensaciones en pareja.