Mi mente se inundó de recuerdos de mi visita, especialmente de la intensa conexión que sentí con la encantadora dependienta, Olga, y decidí que debía dar un paso más y volví a la tienda a escasos 15 minutos de la hora de cierre.

Esta vez, sin embargo, mi propósito era doble. No solo estaba en busca de nuevas adquisiciones para mi colección de lencería, sino que también deseaba revivir aquel encuentro intrigante con Olga. Con una sonrisa traviesa en los labios, seleccioné algunas piezas y me dirigí hacia el mostrador.

El corazón me latía con anticipación mientras me acercaba a Olga. Sus ojos se iluminaron al reconocerme, y una sonrisa encantadora curvó sus labios.

“¡Hola de nuevo! ¿Te olvidaste algo?” Su voz era melodiosa, envolviéndome con su calidez.

“¡Hola! Creo que debí llevarme uno de los bodies y me gustaría volver a probarme el último”, respondí, dejando que la sugerencia flotara en el aire entre nosotras.

Olga inclinó ligeramente la cabeza, captando mi insinuación. “Entiendo, mi nombre es Olga”, dijo con complicidad. Lo dejé aquí apartado estaba algo húmedo.

Normal pensé para mí, estaba super excitada y no pude contener los flujos, y ese roce con mi pezón hizo que salieran todos como una fuente de mi conejito.

Decidí llevar a cabo mi plan. “Mi nombre es Ana. ¿Sabes qué? Me encantaría que me ayudaras a probármelo la anterior vez me costó un poco, me ayudas?” el rojo de mi cara se confundía entre excitación y vergüenza.

Olga tenía otra idea “Creo que tardaríamos demasiado, en 10 minutos cierro, si no tienes plan nos tomamos una copa y luego vemos como te queda” .

Estas palabras me dieron un vuelco al corazón y acepté casi sin dejarla acabar, me cogió de la mano y me indicó un local donde la debía esperar y preparó una bolsita con el bodie para luego llevarlo.

Mientras Olga organizaba los últimos detalles, mi corazón latía con anticipación. La idea de pasar más tiempo con ella me llenaba de emoción y nerviosismo a partes iguales. Una vez que la tienda estuvo cerrada, llegó al local donde me había indicado, una disco/bar de copas muy chic. Estaba tan nerviosa como si fuese una novia esperando a su pareja.

La conversación fluyó fácilmente entre nosotras, llena de risas y complicidad. Encontramos un rincón tranquilo en la discoteca y pedimos unas copas. Mientras esperábamos, Olga y yo intercambiamos miradas cargadas de deseo. La pasión crecía con cada momento que pasábamos juntas, y sabía que estábamos a punto de embarcarnos en una aventura emocionante.

Una vez que nuestras copas llegaron, brindamos por la noche por delante y por la excitante compañía. Los primeros sorbos de la bebida me enviaron una oleada de calor, intensificando la atracción que sentía por Olga.

Decidimos hacer un juego de nuestra pequeña travesura. Con una sonrisa traviesa, saqué una de las piezas de lencería que había comprado y la deslicé por encima de mi ropa. Olga siguió mi ejemplo, sacando una prenda de su bolso y poniéndosela con elegancia.

Nos miramos con complicidad antes de levantarnos de la mesa y mezclarnos con la multitud en la pista de baile. La música pulsaba a nuestro alrededor, creando una atmósfera electrificante mientras nos movíamos al ritmo de la música.

Nuestro juego continuó mientras bailábamos juntas, compartiendo miradas furtivas y roces provocativos. A pesar de la cercanía de los otros clientes de la discoteca, parecía que éramos las únicas dos personas en el mundo en ese momento.

Con cada movimiento, nuestras prendas de lencería se revelaban momentáneamente, creando una tensión palpable entre nosotras. Sin embargo, nadie más parecía darse cuenta de la situación, perdidos en sus propias conversaciones y bailes.

La excitación creció con cada minuto que pasábamos juntas, alimentando el fuego de la atracción que había estado ardiendo desde el momento en que nos encontramos en la tienda de lencería. Era como si estuviéramos compartiendo un secreto íntimo, un momento mágico que solo nosotras dos entendíamos. Y llegó el paso, lo dio Olga, me dio un beso suave, dulce en mis labios mientras que posaba su mano sobre mi culo y lo apretaba lo justo para notar sus dedos delicados pero fuertes.

La noche pasó volando entre risas, bailes y conversaciones profundas. Cuando finalmente salimos de la discoteca, el sol estaba comenzando a asomar en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados.

“¿Quieres que vayamos a tu casa y te ayude a probarte el bodi?” mi respuesta fue simple pero rotunda: llevo toda la noche deseándolo y nos fundimos en un profundo beso que abrió la caja de pandora.

Mientras caminábamos hacia casa la humedad se apoderaba de mi monte de venus, estaba borracha de la sensualidad que emanaba Olga, el día despertaba, como había despertado en mí una atracción hacia una chica que nunca había sentido.

Terminaré mi historia con la mañana más corta e intensa que jamás he vivido.

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