El ambiente en la habitación era denso, cargado de deseo. El desconocido, cuyo nombre no nos molestamos en preguntar, me tomó con firmeza, sus labios explorando cada rincón de mi piel desnuda. Luis observaba desde el borde de la cama, sus ojos brillaban con lujuria al ver cómo otro hombre me despojaba de cualquier inhibición.

Su lengua bajó por mi cuello, recorriendo mis senos hasta capturar uno de mis pezones entre sus labios. Succionó con avidez, mientras sus manos se deslizaban por mi vientre hasta encontrar mi sexo húmedo, explorándolo con caricias expertas. Mi cuerpo respondió de inmediato, arqueándose, buscando más.

Luis jadeó al ver cómo el desconocido separaba mis piernas con decisión. Su lengua descendió y me devoró sin piedad. Mi respiración se volvió errática, mis gemidos llenaron la habitación, mis manos se aferraron a las sábanas mientras su lengua me llevaba al borde del éxtasis.

Luis no podía apartar la mirada. Su mano se deslizó hacia su propia entrepierna, acariciándose mientras disfrutaba del espectáculo. Yo gemía su nombre entre jadeos, sintiendo cómo mi cuerpo temblaba con cada embestida de la lengua del desconocido.

Me giró con facilidad, posicionándome a cuatro patas en la cama. Sentí su miembro duro rozando mi entrada, frotándome con provocación. Miré a Luis, sus ojos clavados en mí, su deseo desbordándose. Lo quería más. Lo quería dentro de mí.

—Luis… —jadeé, mirándolo con ojos suplicantes—. Déjame sola con él. Quiero que me veas.

Luis tragó saliva, su pecho subiendo y bajando con rapidez. Se apoyó en la pared, sus manos aún en su entrepierna, expectante.

El desconocido no esperó más. Se posicionó detrás de mí y, con un movimiento firme, me penetró. Mi cuerpo se arqueó de placer, mi boca dejó escapar un grito ahogado. Era grande, grueso, llenándome por completo con cada embestida. Luis jadeó al ver cómo mi cuerpo se movía al ritmo del otro hombre, cómo mi rostro reflejaba el puro placer de ser tomada así.

Sus manos se aferraron a mi cadera, aumentando la intensidad, golpeando cada rincón dentro de mí con precisión. Mi cuerpo se estremeció, mis gemidos se mezclaban con el sonido de nuestros cuerpos chocando. Luis jadeaba, su propia excitación aumentando al ver cómo el desconocido me hacía suya sin reservas.

—Dios… Te ves increíble… —murmuró Luis, con los ojos fijos en mi cuerpo estremeciéndose bajo otro hombre.

El desconocido me tomó del cabello, inclinándome hacia atrás mientras seguía embistiéndome con fuerza. Sus labios encontraron mi cuello, mordiendo, reclamando. Yo solo podía gemir, perdida en la sensación, sintiendo cómo mi orgasmo se construía con cada empuje.

Mis manos se aferraron a las sábanas, mi cuerpo se tensó y, en un grito ahogado, el placer me arrasó como una ola incontrolable. Luis gimió al ver cómo me desmoronaba, mis espasmos envolviendo el miembro del desconocido mientras este no dejaba de moverse dentro de mí.

Me giró nuevamente, esta vez recostándome en la cama, mis piernas abiertas para él. Luis observaba cada detalle, cada expresión en mi rostro mientras el desconocido volvía a tomarme, su ritmo intenso, sin pausas. Mis senos se movían con cada embestida, mis gemidos cada vez más altos, más desesperados.

Luis se acercó, su mano acariciando mi rostro. Se inclinó y me besó con fervor, su lengua explorando la mía mientras el desconocido seguía dentro de mí, llenándome sin tregua. Sentí cómo su excitación se desbordaba, cómo su mano bajaba hasta acariciarse mientras me miraba siendo poseída sin restricción.

El desconocido gimió, su respiración descontrolada, sus movimientos más erráticos. Mi cuerpo lo apretó con fuerza, sintiendo cómo se estremecía, cómo se dejaba llevar hasta el final, su placer explotando en mi interior.

Quedé jadeante, mi cuerpo aún temblando mientras me recostaba en la cama. Luis me miró, su deseo aún ardiendo. Sabía que la noche aún no había terminado.

Esto solo era el comienzo de una nueva dinámica entre nosotros.

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