La noche estaba cargada de una electricidad distinta. Luis y yo habíamos hablado muchas veces sobre esto, sobre la posibilidad de compartir un momento con otro hombre, de llevar nuestras fantasías más allá de lo privado. La idea de que me viera en otras manos lo excitaba, lo llenaba de un deseo tan palpable que se notaba en su respiración cada vez que el tema salía en nuestras conversaciones.
Nos encontramos en un bar de copas en el centro de la ciudad. El ambiente era el adecuado: luces tenues, música sensual y el aroma a alcohol mezclado con la promesa de lo desconocido. Luis tenía el ojo afilado y no tardó en encontrar a alguien que encajara en la fantasía. Se trataba de un hombre de aspecto seguro, atractivo, con la mirada hambrienta que delataba un deseo que podía ser peligroso si se manejaba mal.
—¿Te gusta? —preguntó Luis en mi oído, su aliento caliente recorriéndome la piel.
Lo observé. Alto, moreno, con una sonrisa de depredador controlado. Asentí sin responder, sintiendo cómo la humedad comenzaba a acumularse entre mis piernas solo de imaginar lo que podía suceder esa noche.
Luis no tardó en acercarse a él. La conversación fue breve pero directa. No había espacio para malentendidos. Queríamos compartir un momento, explorar una fantasía, y él estaba más que dispuesto a participar. Me miró con ojos oscuros, recorriendo mi cuerpo sin pudor, y supe en ese instante que la noche se volvería intensa.
Nos dirigimos a nuestra habitación de hotel, un sitio cómodo, elegante, con la cama grande y las luces bajas. Había un aire de anticipación cuando entramos, una tensión que se respiraba y que hacía que mis piernas temblaran ligeramente.
Luis fue el primero en tomar la iniciativa. Me besó con pasión, con esa mezcla de amor y lujuria que siempre me hacía perderme en él. Sentí las manos del desconocido deslizándose por mi espalda, explorando mi piel con el hambre contenida de alguien que ha esperado demasiado. Mi corazón latía acelerado, mi cuerpo reaccionando a la presencia de dos hombres, a la expectativa de lo que estaba por suceder.
Sus labios encontraron mi cuello mientras Luis se apartaba ligeramente, observando cada movimiento, cada gesto. Me dejé llevar, entregándome a la sensación de sus manos recorriéndome, de la ropa deslizándose por mi cuerpo hasta quedar expuesta a su mirada.
Mi respiración se entrecortó cuando sentí sus manos deslizándose por mi piel, reclamándome de una forma en la que nunca antes me habían tomado. Miré a Luis y vi en sus ojos el deseo, la fascinación de verme con otro, de compartir lo que siempre había considerado suyo.
Esta era solo la primera parte de la noche. Y la intensidad apenas comenzaba.