La Sorpresa

La idea se me ocurrió de la nada, como un destello que no pude ignorar. Estaba en casa, un día cualquiera, y Miguel me había llamado para decir que su jornada en la oficina sería larga. Esa voz suya, un poco resignada, me hizo pensar en algo que pudiera animarlo, sorprenderlo, y al mismo tiempo… hacerme sentir esa emoción que últimamente me encantaba explorar.

Había algo electrizante en llevar las cosas un poco más lejos, en sorprenderlo de una manera que no pudiera prever. Ya había aprendido que Miguel adoraba verme segura, tomando el control, y esta vez quería jugar con esa dinámica de una forma nueva.

Decidí prepararme con tiempo. Elegí un conjunto de lencería que sabía que le encantaba: negro, con encajes que dejaban entrever más de lo que ocultaban. Me maquillé con cuidado, destacando mis labios con un rojo intenso, y me dejé el cabello suelto, cayendo en ondas suaves por mis hombros. Antes de sentarme frente a la cámara, encendí una vela aromática y bajé las luces de la habitación para crear ese ambiente íntimo que siempre nos gustaba.

El perfil que usábamos para nuestras transmisiones estaba activo, pero esta vez añadí un toque diferente. Acepté una solicitud de conversación de un chico joven que había estado enviando mensajes insistentes en las últimas semanas. No sabía mucho de él, pero sus comentarios siempre eran respetuosos, y eso me daba cierta tranquilidad.

Me acomodé frente a la cámara y activé la transmisión. El chico, que decía llamarse Dani, apareció en pantalla con una sonrisa nerviosa. No debía tener más de veinticinco años. Su juventud contrastaba con mi experiencia, y eso me hizo sentir aún más segura.

Mientras la conversación comenzaba a fluir, tomé mi teléfono y escribí un mensaje a Miguel:

“¿Cómo va tu día? Espero que tengas un momento para ti, porque estoy a punto de hacer algo que te va a encantar. Mira estas fotos.”

Adjunté dos imágenes que acababa de tomar: una de mí sonriendo frente a la cámara y otra donde mostraba un poco más, dejando que la lencería insinuara lo que estaba por venir.

Envié el mensaje y me concentré en la transmisión. Dani parecía encantado, casi embelesado, y eso me dio un subidón de confianza. Jugaba con la cámara, inclinándome hacia adelante, dejando que mis movimientos hablaran más que mis palabras. Me sentía poderosa, en control, pero al mismo tiempo sabía que esto era solo una parte del juego.

Pasaron unos minutos antes de que el teléfono vibrara con la respuesta de Miguel.

“¿Qué estás haciendo? Laura… No me hagas esto, estoy en la oficina.”

Sonreí al leerlo. Podía imaginarlo perfectamente, nervioso pero intrigado, intentando concentrarse en su trabajo mientras yo lo distraía desde la distancia. Decidí subir un poco la intensidad.

Le envié otro mensaje: “Si tienes cinco minutos, creo que deberías conectarte. Estoy en vivo… y no estoy sola.”

Sabía que esa última frase lo atraparía.


El Mirón en la Oficina

Unos minutos después, vi cómo su perfil aparecía como conectado. Su avatar discreto era como una pequeña señal de complicidad entre nosotros. Me lo imaginé en la oficina, probablemente escondido en algún rincón, con el corazón latiéndole rápido mientras trataba de no llamar la atención.

No dije nada, pero hice un pequeño gesto hacia la cámara, un guiño que sabía que él entendería. Mientras tanto, seguí interactuando con Dani.

—¿Sabes lo que más me gusta de esto? —le dije al chico, inclinándome un poco más hacia la cámara y mostrándole mis pechos.

—¿Qué es? —preguntó él, visiblemente nervioso.

—Que hay alguien más viendo todo esto. Pero no puedes saber quién es por ahora.

Dani pareció intrigado, pero no insistió. Yo, por mi parte, disfrutaba sabiendo que Miguel estaba ahí, observando, un espectador más entre los demás. Sentía su mirada incluso a través de la pantalla, como si me susurrara que estaba fascinado y completamente atrapado por lo que veía.

En un momento, dirigí la atención hacia él de una manera sutil.

—A veces pienso que los mejores observadores son los que no dicen nada. Los que simplemente miran, en silencio, disfrutando del momento.

Sabía que esas palabras eran para Miguel, aunque Dani pensara que eran para él. Era un juego de capas, un equilibrio perfecto entre el control que tenía sobre la situación y la conexión especial que compartía con mi marido.


La Escapada al Baño

Después de unos veinte minutos, recibí un mensaje privado en la plataforma. Era de Miguel.

“Estás increíble, Laura. No puedo dejar de mirarte. Pero esto es una tortura. Estoy en el baño tratando de no hacer ruido. ¿Por qué eres así?”

Le respondí sin perder la compostura frente a la cámara:

“Porque sé que te encanta. Ahora, sé un buen chico y quédate ahí. Mira cómo manejo esto.”

Sabía que lo estaba llevando al límite, y eso me encantaba. La sesión continuó ya sin nada de erotismo me desnudé por completo y le pedía a Dani que me ordenara lo que quisiera verme hacer, y como era lógico me pidió que me follara con uno de mis consoladores y no hizo falta mucho más para correrme al ver como Miguel estaba leyendo y viendo todo, estaba en manos de otro hombre sin el delante, mi orgasmo fue una locura. Finalmente, terminé la transmisión con una despedida coqueta y cerré la cámara.

Minutos después, recibí otro mensaje de Miguel:

“Estoy saliendo antes de tiempo. Espérame en casa. Esto no puede quedarse así.”

Sonreí mientras apagaba las luces y me cambiaba. Había conseguido exactamente lo que quería: sorprenderlo, emocionarlo, y fortalecer aún más nuestra conexión.


Conclusión

Esa noche, Miguel y yo hablamos durante horas. Me contó cómo había sentido cada momento, cómo lo había emocionado ser un observador más, incluso sin estar directamente involucrado. Para mí, había sido una forma de recordarnos lo bien que funcionábamos como equipo, incluso cuando explorábamos este nuevo mundo.

Si algo he aprendido de todo esto es que no hay límites cuando se trata de complicidad y confianza. Miguel y yo seguimos descubriéndonos cada día, y eso es lo que hace que nuestra relación sea única y profundamente especial. No se si daremos un paso más pero hasta ahora ha ido todo rodado.

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