Primera parte: El despertar de la curiosidad

Siempre he creído que Miguel y yo somos una pareja diferente. No somos extravagantes, ni tampoco nos dedicamos a buscar aventuras arriesgadas, pero nunca hemos permitido que la rutina apague nuestra relación. Hablamos de todo: sueños, deseos, y a veces incluso fantasías que no sabíamos si algún día llevaríamos a cabo.

Fue una noche cualquiera, mientras Miguel y yo estábamos en el sofá navegando por internet, cuando mencionó algo que me hizo detenerme.

—¿Sabías que hay parejas que transmiten en vivo para otras personas? —dijo con un tono curioso, como si estuviera compartiendo un dato irrelevante.

Lo miré divertida. —¿Transmiten? ¿Qué quieres decir con “en vivo”?

—Bueno… —parecía medir sus palabras—, algunas parejas juegan con la idea de mostrarse ante desconocidos. No tiene por qué ser nada explícito, a veces solo es un coqueteo o algo insinuante. Me pareció interesante cómo lo describían, como una forma de confianza mutua.

La idea me dejó pensativa, pero no dije mucho en ese momento. Miguel siempre ha tenido una mente abierta, y aunque no insistió, el tema quedó revoloteando en mi cabeza durante días. No podía negar que la propuesta me provocaba curiosidad, aunque al mismo tiempo me daba un poco de nervios.

Pasaron algunas semanas hasta que, una noche, después de un par de copas de vino, lo enfrenté directamente.

—Si vamos a hacerlo, quiero que sea algo controlado. Nada que pueda hacernos sentir incómodos o fuera de lugar.

Él me miró sorprendido, pero su emoción era palpable. Planeamos juntos cómo sería nuestra primera transmisión. Creamos un perfil anónimo y nos aseguramos de que todo estuviera bajo nuestro control. Quería sentirme segura, especialmente porque esto era un terreno completamente nuevo para mí.

La primera vez fue… curiosa. Decidí usar un vestido ajustado que siempre había sabido que le encantaba, y jugué con la cámara desde la distancia, sin mostrar demasiado, me quedé en ropa interior. Era más una experiencia de coqueteo que otra cosa. Me daba morbo saber que desconocidos se conectaban para verme y que me deseaban, y sobre todo me gustaba ver a Miguel masturbarse mientras otros me decían cositas para que yo lo hiciera.

Al terminar, Miguel se acercó y me miró como si estuviera viendo a una versión completamente nueva de mí.

—Eres increíble, Laura. No tienes idea de lo hermosa que te ves cuando estás así, segura de ti misma.

Y comenzó a tocar mi cuerpo, llevó las manos a mi coñito y descubrió que la situación había despertado en mi un deseo desconocido, empapando mi ropa interior, lo que hizo que Miguel esbozara una sonrisa y comenzase la que para mi ha sido la mejor sesión de sexo oral de nuestras vidas.

La situación había conseguido no solo que me sintiera deseada, sino también admirada, y eso lo cambió todo para mí.

Segunda parte: Tomando el control

Lo que empezó como un experimento terminó convirtiéndose en algo que hacíamos regularmente. Miguel parecía encantado con cada sesión, y yo disfrutaba no solo de los comentarios que recibía, sino también de cómo me miraba él. Era como si cada transmisión fuera una oportunidad para redescubrirnos como pareja, y por supuesto como eran nuestras sesiones de sexo después de cada emisión.

Sin embargo, algo cambió dentro de mí. Poco a poco, me di cuenta de que no solo estaba disfrutando de la experiencia, sino también del control que tenía sobre ella. Una noche, antes de una sesión, decidí dar un paso más.

—Hoy quiero que te sientes al fondo de la habitación y solo mires —le dije mientras me preparaba.

—¿Mirar? ¿Nada más?

—Sí. Quiero que veas cómo manejo esto, cómo disfruto siendo yo quien tiene el control.

Él accedió, algo desconcertado pero intrigado. Me arreglé con cuidado: un camisón transparente, una braguita brasileña y un vibrador que no conocía y que había comprado esa misma semana para darle una sorpresa. Le iba a dar un espectáculo que no olvidaría.

Cuando comencé la transmisión, sentí una energía diferente. Saludé a los espectadores con una sonrisa segura, jugué con la cámara y con mis movimientos. Estaba completamente en mi elemento, y podía sentir cómo la mirada de Miguel, desde la oscuridad de la habitación, se clavaba en mí.

Comencé insinuando, mostrando poco a poco, uno de los chicos me pidió que me desnudara pero no accedí hasta que una pareja entró en la sala, fue un detonante que no esperaba, la primera vez que otra pareja me estaba mirando, y decidí darles el control de la situación. Les dije que mi marido estaba mirando y que podían pedirme lo que quisieran menos enseñar mi cara.

Ella me pidió que me desnudara para su marido que quería ver como se excitaba conmigo. Di el primer paso quedando con las tetas al aire y viendo como ella comenzaba a notar la erección de su marido. Mientras Miguel miraba embobado la escena mientras que con una mano no soltaba su poya.

El siguiente paso fue enseñarles mi vibrador, me encantan grandes y este lo era, 5 cm de grosor y 20 de largo, algo que sorprendió a mi nueva amiga, que viendo ambos falos decidió saltar la banca y desnudarse junto a su marido pero mirando la escena.

Ahora era el el que me ordenaba, me desnudó, me pellizcó los pezones e hizo que si coñito se empapara, este mundo virtual era un descubrimiento. Llegados a este punto fue ella la que me pidió que me follara con el vibrador y morí de gusto al escucharla y empezar a enterrar en mi interior la polla virtual de aquel desconocido, me sentía deseada, un poco guarra y algo culpable, estaba disfrutando con otras personas de una sesión de sexo sin mi marido.

Mi amigo se corrió a borbotones mientras ella estaba abierta de piernas y yo disfrutaba de ver por primera vez a una mujer masturbarse frente a mí, no se que me pasaba pero estaba fuera de mí.

En un momento, giré la cabeza hacia él y le sonreí, una sonrisa cómplice que lo incluía en el juego. Luego miré de nuevo a la cámara e introduje el consolador hasta el fondo mientras decía a mis espectadores:

—Hoy tengo a mi marido observando —dije con voz seductora—. No lo verán, pero está aquí, disfrutando tanto como yo y a punto de correrse.

Miguel no podía apartar la mirada. Estaba fascinado, casi hipnotizado, y yo disfrutaba de cada segundo de tenerlo así y mi orgasmo llegó cuando Miguel empezó a eyacular sobre su cuerpo viendo como mis amigos pedían que me follara más fuerte. Cuando terminé la transmisión, me levanté y caminé hacia él. Pensé que querría acercarse, pero lo detuve con un gesto.

—No tan rápido, cariño. Me gusta verte así, exhausto y corrido.

Desde ese momento, las cosas tomaron un giro interesante. Empecé a ser yo quien proponía nuevas ideas, quien decidía cuándo y cómo serían las sesiones. Me gustaba ver cómo Miguel se dejaba llevar, cómo disfrutaba de verme brillar mientras me mostraba.

Al poco tiempo di un paso más, pero eso lo dejo para el siguiente relato.

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