Era un viernes por la noche, y Carmen y yo, Paco, habíamos salido a cenar con la intención de dejarnos llevar por el ambiente y nuestra conexión especial. Desde el primer momento, Carmen irradiaba una energía magnética que no podía dejar de admirar. Llevaba un vestido ligero que se ajustaba a su figura de manera sutil, dejando entrever la delicadeza de su piel bajo la tenue luz del restaurante.

Durante la cena, las conversaciones eran cómplices, llenas de bromas y miradas que decían más de lo que las palabras podían expresar. En un momento, Carmen recibió un mensaje en su teléfono. Era Pedro, un viejo amigo con quien había compartido momentos emocionantes en el pasado. Me mostró el mensaje con una sonrisa, ligeramente nerviosa, preguntándome qué opinaba.

Con toda la confianza que hemos cultivado en nuestra relación, le sugerí que aceptara. Siempre hemos compartido un vínculo basado en la libertad y la exploración, y sabía cuánto disfrutaba de esas experiencias con Pedro. “Haz lo que te haga feliz”, le dije, mientras le recordaba cuánto me encantaba verla brillar con esa mezcla de emoción y deseo.

Finalmente, Carmen accedió. Cuando terminamos de cenar, la llevé a la parada donde Pedro la recogería. Al despedirme, le acaricié la mano y susurré: “Disfruta, y cuando vuelvas, quiero que me cuentes todo”. Ella me dedicó una sonrisa de esas que sólo aparecen cuando la felicidad y el deseo se encuentran, y se subió al coche.

La noche transcurrió con una mezcla de expectación y emoción. Imaginé las risas, los momentos intensos y cómo Carmen se dejaría llevar por el momento. Sabía que cuando volviera, esa energía vibrante se reflejaría en cada gesto, en cada palabra, y que esa experiencia no haría más que fortalecer lo que ya compartimos, pero me esperé y a pesar que mi poya estaba tan dura que me dolía me esperé a su llegada.

A las cuatro de la mañana, Carmen regresó. Entró en casa con una sonrisa que delataba la intensidad de la noche. Sin decir nada, se acercó, se quitó los tacones y dejó caer el vestido, quedándose en tanga. Me tomó de la mano, y su mirada hablaba más que mil palabras, empezó a recorrer con ella su cuerpo y notaba como se encontraba pegajoso hasta que la sorpresa casi hace que me corra, mi mano estaba en su coñito y noté como se encontraba saliendo de el semen.

Inmediatamente me tumbó y me dijo: ahora si que vas a ser cornudo del todo, vas a limpiarme la corrida de Pedro mientras te cuento todo lo que he hecho esta noche y lo puta que he sido cornudito.

Pedro llevó a Carmen a un local de intercambio al que hemos ido alguna vez, cuenta Carmen lo que hizo:

Nada más entrar Pedro me llevó a la barra a tomar una copa y tras el primer sorbo me dijo que hasta donde estaba dispuesta a llegar esa noche, si quería poner algún límite a lo que le contesté directamente dejando caer mi vestido y quedando solo con mis tacones y un pequeño tanga negro. Me hizo mucha gracia ver como sus ojos casi salen de las órbitas y acercándome a su oído le susurré: “el único límite es no sentir dolor y quiero que sepas que quien esté detrás de mi me está sobando el culo, si quieres abro un poco las piernas”.

Pedro mirándome a los ojos me dijo:
– Ábrelas bien, quiero ver si me encuentro con sus manos en tu coñito antes del próximo sorbo de la copa.

Un pequeño gemido mío hizo ver que ya estaban allí unos dedos juguetones y Pedro dirigí su mano a la vez que miraba por encima de mi hombro y veía, como vi yo más tarde, que se trataba de una mujer que no había esperado ni un segundo a probar cómo de caliente tenía mi conejito. Se sonrieron y ella sacó su mano para dejarme un momento de respiro.

“Bien, como veo que estás abierta a todo creo que ese tanga te sobra”, y acto seguido Pedro me había dejado en los tobillos el tanga para que con un suave movimiento dejase pasar mis taconazos y guardarlo en su bolsillo.

Así estuvimos hablando un rato en la barra, un toque por aquí, una pareja que se nos acercaba y me tocaban un poco, hasta que ya más caliente que el infierno le propuse a Pedro: como veo que hoy soy yo la que va a decidir los límites, voy a irme a la zona de parejas, te vienes conmigo, pero no me sigas y en cinco minutos me buscas a ver que estoy haciendo.

Mientras decía esto mi coñito era un río y de la mano me llevé a mi “novio” hasta la cortina que separaba la zona “prohibida” pasamos y con un húmedo beso me despedí de el diciéndole: vas a conocer lo verdaderamente puta que es la esposa de Paco y la suerte que tienes de que te deje follarme.

Pasado un tiempo, no se cuanto, Pedro me encontró de rodillas comiéndome dos poyas mientras que una chica se comía mi coñito, al verlo le giñé un ojo y seguí con mi faena, al poco los dos chicos me avisaban que se iban a correr y mis pechos acogieron todo su semen que resbala por mi cuerpo. En ese momento caí que mi amiga había parado en su trabajo y no paraba de gemir y al voltear me encontré a Pedro follándosela como un loco, lo que hizo que me apartara y me masturbara viendo como la chica gemía sin parar hasta que su orgasmo la llevó casi a perder el conocimiento.

Mi Pedro no se había corrido y su erección era descomunal pero no quería que me follara todavía, quería darle más y nos dimos un paseo por el local hasta encontrar un poyón enorme de un tipo que se estaba comiendo el coñito de una jovencita, por lo que tras pedir permiso decidí que esa poya me iba a follar, puse a Pedro a mi lado mientras cabalgaba al desconocido y mirándole a los ojos: “Pedro ahora tu también eres tan cornudo como mi marido, crees que he superado tus expectativas de esta noche?” y sin dejarle contestar nos besamos como unos chiquillos.

Decidí que había sido suficiente y nos fuimos del local a regañadientes de Pedro ya que no había descargado, eran las tres y quería finalizar, pero todavía le aguardaba una sorpresa. Llegamos al garaje de casa, aparcamos en mi plaza de garaje y le hice pasar a los asientos de atrás y allí me lo follé, el morbo de poder ser pillada por algún vecino hizo subir mi adrenalina y la de Pedro que no tardó en descargar ni dos minutos. “Esta va a ser la sorpresa para Paco” salimos del aparcamiento y me dirigí al portal intentando que no se escapara ni una gota de su semen.

Mientras Carmen me contaba esto mi boca ha dejado limpio su coñito del semen de Pedro, y saber que ahora no soy el único cornudo de esta relación me ha hecho que me corra dos veces, la primera al comenzar a limpiar el coñito de mi mujer y la segunda al saber que en breve en lugar de follar en el coche lo harán sobre mi cama.

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